Confessions of a Crap Artist/ Confesiones de un artista de mierda (1975) by Philip K. Dick

Review by Fernando Figueroa

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Es más sencillo lo contrario, o más común, encontrar intelectuales que critiquen intelectuales con Ph.D o estudios superiores de alma maters de relumbrón como Harvard, Berkeley o Cambridge. En su lugar,Philip K. Dick usa desde la introducción de esta brillante novela una licencia literaria
-paralelismo con Isidoro de Sevilla medieval- que se notará humorística conforme más se avance en la novela, para denostar a los autodidactas que se sienten superiores a aquellos con maestrías y doctorados. Dick aprovecha a su personaje Jack Isidoro para desnudar a través de su mediocridad a esos tiranos modernos (y hoy siglo XXI posmodernos) del autoconocimiento como versiones deformadas de los enciclopedistas de antaño. Su mejor ejemplo es el Jack Isidoro de esta obra, el narrador de 35 años quien circa de 1958 en que transcurre la historia, tiende a interpretar los hechos mediante un marco “científico” propio, y está cargado de credulidad y estructuras rígidas, pero no solo fue incapaz de estudiar una carrera profesional, además vive con su hermana Fay y su esposo Charley Hume, aunque se percibe a sí mismo como un intelectual. ¿Intelectual? jack defiende por ejemplo la “teoría de Mu” que alude a una antigua idea pseudocientífica y esotérica difundida por el Coronel James Churchward, autor de varios libros a inicios del siglo XX en los que afirmaba la existencia de un continente perdido llamado Mu, supuestamente ubicado en el océano Pacífico y origen de todas las civilizaciones humanas. Jack menciona haber prestado “unos libros del Coronel Churchward sobre Mu”, lo que confirma que se refiere precisamente a estas teorías. Según Churchward, el continente de Mu habría sido destruido por cataclismos hace miles de años, dejando rastros en antiguas culturas como la egipcia o la maya. La comunidad científica rechazó siempre estas ideas, considerándolas fantasiosas y sin evidencia arqueológica o geológica. En fin, Isidoro el erudito y obispo visigodo del siglo VII, fue célebre por su obra enciclopédica “Etimologías”, considerada una de las compilaciones de conocimiento más influyentes de la Edad Media y no 35 páginas. La broma se entiende, repito, a media novela porque Isidoro medieval pretendía sintetizar el conocimiento real y el personaje de la novela intenta hacer lo mismo.

Su cuñado Charley Hume es quien lo llama el artista de mierda al que alude el título no porque lo considere realmente un artista, sino como un insulto sarcástico dirigido a su manera pedante, delirante y pseudo‑científica de ver el mundo burlándose con justa razón como vereis de su pretensión intelectual, de su aire de superioridad y de sus “proyectos científicos” absurdos, diarios y cuadernos llenos de disparates que presenta como conocimiento riguroso basados en revistas de divulgacipon y comics de poca monta y seriedad. Por supuesto que tiene razón Charley, el esposo cornudo de su hermana, la manipuladora Fay en llamarlo así. Fijaos en los experimentos con hormigas de Jack, consistían en usar hormigas cubiertas de chocolate que roba del supermercado, repito que ni sioquiera era capaz de mantenerse econpomicamente sin su hermana a quien ninguneaba y tachaba de budista zen. La idea del experimento es que, al estar “sumergidas en chocolate”, podrían haber quedado preservadas y quizá revivir, basándose en historias de animales en animación suspendida y así por el estilo. Es cierto que los experimentos los realizaba en su habitación alquilada en Sevilla, California, amtes de ser mantenido con su hermana y cuñado, específicamente en el cuarto de la pensión en la calle Oil donde vivía en ese momento.

Y de allí cobra sentido la broma del inicio -de dolorosa ironpia- de comparar a un obispo medieval como Isidoro con este Isidoro que llenaba las libretas de mafufadas y cada vez que podía hablaba despectivamente de los que hubiesen estudiado y de su hermana misma. EN la novela, le irá mal a aquellos que no se lo merecían por ser discretos laboriosos, pragmáticos y directos como Charley Hume, quien es engañado por su esposa Fay. A otros, se les apoyará sin que lo merezcan como Jack, y otros como el joven amante Nathan Anteil, intelectual universitario, indeciso pero interesado en discusiones eruditas. Vive la relación adúltera y obsesiva con Fay pero él mismo teme su influencia y siente que no puede separarse de ella: “si Fay lo deseaba, encontraría los medios para atraerle de nuevo” . Está casado con Gwen, pero su matrimonio se deshace mientras se involucra más con Fay. Nat se pregunta “¿Qué significa ser instrumento de otro?” y “¿Puede atribuirse responsabilidad a alguien que actúa instintivamente?”—. Nat también reflexiona “¿Mi vida ha de modificarse para ponerse al servicio de otra persona…? (…) ¿Pero si no es consciente de ello, puedo considerarla moralmente responsable?”. Al respecto, parece recordar un pleito filosófico muy ancestral anclado desde Aristóteles quien en su Ética a Nicómaco distingue entre acciones voluntarias e involuntarias y el papel del carácter y la deliberación en la responsabilidad moral, muy cercano al dilema expuesto en el texto cuando se pregunta si alguien que actúa “de manera instintiva” puede ser considerado moralmente responsable, ¡Pero llevado más allá, no recordaríamos también a Hannah Arendt?

La grandeza de esta novela radica también en la sutil discusión del prejuicio. La controversia surge porque el narrador. como ya dije Jack, denuncia la intolerancia de otros hacia sus ideas “científicas”, el llenado de libretas con anotaciones, pero al mismo tiempo reproduce él mismo formas de prejuicio y confusión epistemológica. Veamos, Jack afirma que existe “intolerancia, incluso prejuicio” hacia ciertos hechos científicos y critica que su hermana Fay haya pasado de la “curiosidad científica” al budismo zen, presentando esta búsqueda espiritual como una amenaza a la racionalidad porque como ya dije se concibe como parte de un “público científicamente entrenado” superior y descalifica cualquier práctica que no encaje en su visión estrecha de la ciencia. De este modo, Philip K. Dick se adelanta a ridiculizar -desde hace medio siglo antes- a todos los gurús e influencers que autoproclaman superioridad sobre los nutripologos, mpedicos y personas que spi han estudiado y lo hacen basados en sus prácticas espirituales como yoga, mindfulness, budismo, prajna, desde sectores que, sin embargo, adoptan creencias alternativas sin base científica para retorcer sus mensajes y cátedras y enseñanzas chapuceras llenándolas con energías cuánticas, terapeutas místicos, astrología y demás superchería y arbitrariedades oportunistas.Lo he dichio en otras partes ¿suelo comentarlo en mis reseñas de cine o libros, defender el Pensamiento Crítico y solo aplicar ese orden del pensamiento y nivel de raciocinio a lo ajeno antes que asus propios sesgos conlleva al dogma enaltecido de las falsas celebridades de hoy. Me temo que el corolario doloroso de esta obra es que la búsqueda de una explicación lógica para las motivaciones humanas conduce, inevitablemente, a más incertidumbre. Y quizá —como sugiere el mismo narrador— la pregunta sobre la culpa es menos importante que la forma en que las personas se utilizan unas a otras, consciente o inconscientemente, para sostener sus propias necesidades y fantasías existenciales. Fay no es más manipuladora de Nat, que jack de Fay viviendo a costa de ella y su marido aunque jack se considere un instrumento de ambos.

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