Aprendí a ser como Hiroto Ikuta hasta los 35 años. Una vida sin prisas y con preocupaciones de lo más mundanas es la mejor receta para estar en paz con el universo y, justamente esta maravilla adaptada del manga de Shinzō, llena de detalles lindos, recobra ese espíritu sosiego y casi estoico en medio del escándalo posmoderno en que vivimos actualmente, pletórico de expectativas salariales y auto imposiciones de anhelos mediáticos o comerciales colectivos.

Desde el primer episodio con Hanae Wada nos despedimos de la anciana con la que el chico prefería cenar que con amistades jóvenes. ¿Y quién lo culpa? Hanae Wada le hizo tonkatsu -cerdo empanado- y de sobremesa le pregunta ¿qué piensas hacer con tu vida, sin novia, esposa ni trabajo fijo, si ya casi alcanzas los 30 años? Hiroto solo sonríe y al despedirse en la puerta, no sabe que no la verá ya mañana, tras morir de un infarto. Antes de partir esa noche le obsequió vino de membrillo y el nuevo propietario de la pequeña pero bien ordenada casa ahora es él. Trabajando como empleado en ese estanque para pesca, conocemos a Shibu el viejo que sigue intentando pescar y así, de provincia llega a ser pensionada Natsumi Kobayashi de 18 para estudia Arte. hiroto se burla de ella porque parece muñeca kokeshi y en el segundo episodio le cocina yakisoba, lo cual consolará un poco a la huraña chica ya que le irá muy mal en su presentación de talento de bienvenida, por lo que sigue su costumbre de gritarle de angustia a su gato Monchan. Después su gran amigo Hideki que está casado le anuncia supuesta felicidad porque será papá pronto pero en el cuarto episodio se pelea con su mujer Saki y pasa la noche con Hiroto, llevando carne un lujo para el siempre hambriento Hiroto, cree Hideki que le caerá bien a la abonada Natsu pero ella le rechaza incluso la calidez de un saludo. Gritando por una cucaracha en su cuarto, ambos varones corren a la recámara de la chica y así se percatan que está dibujando mangas. Ese mismo día había sido pésimo para Hiroto porque se río involuntariamente de la etiqueta de una clienta adinerada que llegó a pedir su caña de pescar y la mujer no se había dado cuenta de la rtiqueta de su chaqueta. Hiroto le hizo ver el detalle pero al notar que costó 30,000 Yenes gritó “qué caro” y od¿fendida en su amor propio la mujer se fue muy enfadada. Pronto, la noche en que comían su carne ambos chicos, Hideki recordó que años atrás en High School le ayudó a Hiroto a comprar la lámpara de escritorio que hoy sigue usando Natsu.


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