No puedo esperar a leer Shadow ticket y mientras,trepidante adrenalina de las minorías contestatarias y el desmadre posmoderno con las tradicionales erecciones aludidas por Pynchon en Gravity´s rainbow. Di Caprio es sorprendente, sus ojos irradian un millón de semntimientos. Veamos, ¿conque hacer la revolución va antes que cuidar a tu propia hija, no?, ¿así va a ser? pero ella no traiciona más a su propia sangre, a Charlene, que el condecorado coronel Lockjaw a su propio uniforme militar y patria, teniendo sexo en el rincón con Perfidia, la incendiaria que coloca las bombas contra su país, con tal de que sea negra, debilidad por las mujeres negras en tiempos de ultraderecha, un pathos cada vez más recurrente extra narrativamente hablando. La juventud tiene esa dopamina para llevar a efecto la ideología revolucionaria por la que cada ser humana se siente tentado a experimentar o vivir como etapa. La revolución de los 75 franceses poniendo bombas, asalyando, tomando rehenes, en fin.

Pero al pasar los años -y ni siquiera tantos- lo revolucionario luce más bien como anarquía, terquedad por defender la legítima causa del racismo de Estado contemporaneo, pero en el fondo solo para continuar sin seguir las reglas, las convenciones, la vida… esto es especialmente evidente cuando hay un embarazo de por medio y luego una niña Charlene, perola madre tergiversa las premisas hacia el padre; Perfidia retuerce el discurso como si razones patriarcales del marido fuesen las que le solicitan se quede con esposo e hija recvién nacida, y no para cortar su libertinaje. Este es el quid del filme, una vertiente doble, la de la madre que no supo madurar sus ideas y responsabilizarse por su hija, y la del posible progenitor de la niña Steven Lockjaw, sus inclinaciones sexuales y preferencias a la mujer negra siendo parte del statu quo totalitario al que es invitado pero cuyo sistema, igual que el organismo con algo no orgpanico, al final lo excreta como objeto ponzoñoso al descubirse su posible paternidad y en todo caso amorío con la delincuente Perfidia a la cual por cierto, el personaje de Sean Penn ayudó. En cierto momento parece que el filme caerá en la tentación de hacer panfleto contra gobiernos de derecha, no fue así; también le coqueteó el canto de la sirenas de la agenda setting del momento migratoria pero Paul Thomas no se desvió en chantajes emocionales, cuando ocurre la redada migratoria y Benicio del Toro -como sensei- resuelve la huida de latinos. Repito que Di Caprio es un magnífico actor, este papel era para él, sus accesos de cólera, sus ojos de ayahuasca, su ternura al ver a su hija es peculiar y única. La producción habría arruinado el resultado si se le hubiese dado el rol de Bob Ferguson a otro actor malísimo como Brad Pitt o CLoney, por poner ejemplos. Paul Thomas usó un estilo muy Tarantino para Inherent Vice hace años y ahora, más bien ha conseguido un estilo propio bastante interesante entre lo posmoderno y el cliché clásico; el guión lo demuestra también.

Por ejemplo cuando persiguen los militares o paramilitares hasta Bakton Cross y luego a donde las monjas: ¿Weapons? Son vegetarianas dice el testigo. Y no se me ocurre un final más balanceado entre lo sórdido -pero realista- y el calor de la sangre familiar. Escalofriante la frialdad con la que se deshicieron de Lockjaw, peor que si fuera un inmueble viejo. Primero enviando a un sicario experto, quien muere a manos de la propia fugitiva de 16 años, y después con simple gas cuando ya no representaba la estigma racial que hubiese sido antes. Y arrojarlo a la cremación, aquel que fue su esbirro del racismo, me recordó al episodio de Twiligt ZOne con Burgess Meredith The obsolet man.