Camuflado bajo la epidermis del cliché comercial -en lo que se ha convertido desgraciadamente un tema tan grave, como el secuestro o rapto de menores, incluso normalizado contemporáneamente por el periodismo en su agenda setting, subyace aquí un complejísimo e inquietante pathos social posmoderno, a saber, la necesidad enfermiza de afecto a través de la atención exclusiva, mediática a través de cámaras, pantallas y aplicaciones remotas.

De algún modo, se pasó del denigrante panoptismo -la vigilancia pronta para el castigo como diría Foucault- al creciente o mejor, desordenado número de nichos cibernéticos entregados a la delectación del voyeurismo: mirar, espiar, fisgonear, escudriñar, pero no como un pervertido cuya desviación sexual pulula también como tribu en esta magma -repito, posmoderna- sino más bien en una -ocasionalmente urgente simbiosis con la víctima acosada- como aquí se observa en Peiying, la madre de la niña desaparecida y DJ world wide web quien siente “curiosidad y atracción” digamos por su stalker, y cuyo desafecto marital se combina con el no menos morboso pathos de sentirse apreciada por ser observada y desnudada en su vida privada por un desconocido.Eso es. La frontera de lo privado y lo público perdida hace mucho. Se desvanecen, o pasan a segundo plano todos los -satélites- subtextos preocupantes de esta narrativa (posible embarazo no dseado o al menos a temprana edad, relaciones afectivas frías por no decir tóxicas, paternidad y maternidad poco responsable).

EL quid no es el rapto, ni que el voyerista Wu encargado de vigilancia sea un pervertido que se masturbe o dedique a la pederastía o redes de prostitución que, como indiqué, no lo es aunque existe como segmento o clientela en la contemponaeidad, sino que sea exactamente lo contrario porque Wu ni siquiera es responsable del error o confusión psicológica de la mujer responsable del plagio, la mujer que perdió a su propio bebé y aprovechpo el parecido para cambiarlo en el parque. El quid es esa transformación de un hombre común, rutinario como Wu, en un voyerista urgido. Como dijo el oficla Zheng mutatis mutandis, si no es criminal, no tardará en serlo, solo hay que tener paciencia. EL desenlace delata el quid, de hecho. El joven padre Junyang, que es abandonado cuando se recupera a la bebé Little Bo, sufrirá involuntariamente la misma pathologia del guardia de seguridad Wu (despedido por permitir que Peiying ingresara a la tienda mientras estaba cerrada). Sus problemas, falta de amor, abandono de esposa con su hija le hunden en el mismo síntoma y cae en el mismo precipicio. Absolutamente inquietante filme. Rara vez en el cine contemporáneo ocurre que simultáneamente sea tan bueno el director como la historia que él mismo escribió, como el singapurense Yeo Siew Hua. La recomiendo.


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