Sois invitados a compartir un tinto de Burdeos conmigo para charlar sobre un autor o autora cuya identidad es menos conocida que la del street-artist del graffiti Banksy. Esto es lo que dice Wikipedia sobre Einzlkind (Hijo primogénito): “Se sabe poco sobre el autor Einzlkind . Lo único indiscutible es que es hombre. La información en el sitio web de su editorial es escasa: se dice que Einzlkind vive en Inglaterra o Alemania ; es un “no fumador militante y tiene un sobrepeso severo”. [ 1 ] Según la editorial, sus libros publicados en alemán no son traducciones, [ 2 ] lo que sugiere que el alemán es su lengua materna”.
Comparto mi análisis de la novela “Harold” que fue titulada al castellano como “El viaje involuntario de un suicida por afición” y utilizo la traducción que hizo para ediciones Siruela española Javier Sánchez-Arjona Voser.
Antes de ofrecer el resumen de la trama: los días de la semana en que transcurre la historia de Jueves a Jueves, adelanto que esta alucinante novela definitivamente cristaliza en sus protagonistas el dilema posmoderno de Hamlet “To be or not to be”. Harold es un suicida, a la deriva existencial -qué duda cabe- que ha jurado su suicidio dos veces por semana y quien representa al pie de la letra, a la medida, la faceta Not To Be, el nihilismo absoluto que casi se corona -con toda la alienación que arrastra desde su trabajo en la carnicería- el intentar cortarse en la bañera, pero es interrumpido por el niño de 11 años Melvin, personaje opuesto a Harold, por tanto, autodeterminista y claramente el otro aspecto del dilema. Recordemos las palabras del Príncipe:
“To be, or not to be, that is the question:
Whether ’tis nobler in the mind to suffer
The slings and arrows of outrageous fortune,
Or to take arms against a sea of troubles,
And by opposing end them”. (Ser o no ser, esa es la cuestión: ¿Qué es más noble para el alma: sufrir los ataques y flechas de la fortuna despiadada, o alzarse en armas contra un mar de adversidades y, enfrentándolas, acabar con ellas? Bueno pues Harold sufrirá sin oponer resistencia al viento de los tiempos, sin luchar contra la Rueda de la Fortuna -como también motejaban los personajes shakespereanos al Destino insuperable. Melvin, en cambio, no se conforma y necesita conocer a su padre. Muy a parte del relato, pensemos en estos zombies inexpresivos, apáticos, indolentes que deambulan en la vida diaria de hoy, que oscilan entre negociar con su medioambiente laboral, académico, familiar o social si han de continuar existiendo, o por qué no más bien No ser, se evidencia en la fisonomía de vida de Harold mientras que, como ya dije,Melvin activamente empuña el “To Be” así sea solo para hallar ese vínculo paterno y refrendar su identidad en ese destino que anhela procurar.

Mientras Hamlet duda entre la acción y la inacción frente a un destino conocido, Harold y Melvin enfrentan la incertidumbre total sobre sus respectivos destinos. Harold debe elegir entre la vida y la muerte sin causa noble que lo justifique; Melvin debe elegir entre la búsqueda y la resignación ante una identidad fragmentada.
Si recomiendo esta obra no solo es por la capacidad extraordinaria de Einzlkind de hilvanar disparos de comicidad negra en medio de un inteligentísimo relato que desembocará en la indeterminación posmoderna. El desenlace en la playa irlandesa, donde Melvin descubre por fin que su padre “está muerto” y que sus cenizas fueron esparcidas en el mar corona un fin fieñmente posmoderno del dilema: ni ser ni no ser, sino existir en la ambigüedad perpetua, en una indeterminación líquida diría Bauman. Parece que Melvin hubiese cerrado la boca y aceptado la postura sin emoción (y sueños locos con Bogart) de Harold. Quizá el periplo fue siempre la identidad.
“HAROLD”
El relato comienza un jueves en la vida de Harold, un hombre que trabaja en la sección de carnicería de un supermercado de lujo en Londres. Tras la muerte de su madre y gracias a la intervención de su tío Derringham, Harold vive en un apartamento asequible en Goldborne Road, un refugio que le brinda cierta estabilidad emocional. Su rutina diaria está marcada por la monotonía y una placa en su delantal que dice “Me llamo Harold. ¿En qué puedo ayudarle?”, aunque siente que no tiene mucho que ofrecer a los clientes. El ambiente en su lugar de trabajo es opresivo, con luz artificial y sin ventanas, y los animales procesados, como un cerdo cuya cabeza conserva un brillo siniestro, refuerzan la atmósfera deshumanizante. Harold evita el patio trasero durante las pausas debido a los desechos y a Carol, una colega hostil de la sección de quesos que lo intimida con su actitud agresiva y comentarios despectivos desde su primer encuentro, llegando incluso a acusarlo indirectamente de ser un “asesino en serie” o un “colono hebreo”. Este día, Harold tiene una cita con su jefe, el señor Hopkins, quien lo reprende por un incidente en el que sirvió a clientes cubierto de sangre de ternera, lo que generó una queja de una madre preocupada por el trauma de sus hijos. Aunque Harold intenta justificar su acción por las estrictas normas de tiempo de pausa, el señor Hopkins, tras una conversación llena de rodeos y un discurso sobre cambios necesarios en la vida, lo despide tras diecisiete años de servicio. Este evento marca un punto de inflexión devastador para Harold, quien, ya de por sí resignado a una existencia gris, queda sumido en la incertidumbre. De regreso a casa, bajo una lluvia torrencial y con un paraguas roto, Harold experimenta el caos del transporte público londinense, donde el hacinamiento y la indiferencia de los pasajeros reflejan su propia alienación. Al llegar a su edificio, su rutina de autolesión (ahorcarse en la escalera) es interrumpida por vecinos como Abraham Sinclair y la señora Cardigan, quienes normalizan su comportamiento extraño, y por una cartera que reacciona con horror ante su acto. Este jueves inicial pinta a Harold como un hombre atrapado en un ciclo de monotonía, rechazo social y dolor interno, incapaz de encontrar un propósito más allá de su rutina destructiva. La pérdida de su empleo agrava su sensación de inutilidad, mientras las interacciones con su entorno muestran una comunidad que, aunque peculiar, no ofrece un verdadero apoyo emocional. El día termina con Harold asistiendo a una partida de bridge con vecinas, un evento social que lo aburre y donde se siente fuera de lugar, subrayando su aislamiento.
-Viernes. Harold se encuentra inmerso en una nueva responsabilidad que no esperaba: cuidar de Melvin, el hijo de su vecina Denise Bentham, quien debe viajar a Francia por trabajo. Denise deja a Melvin bajo su tutela por una semana, asegurándole que el niño es bueno aunque hablador, y le entrega dinero y llaves por si surge alguna necesidad. Melvin, un chico de once años con una inteligencia prodigiosa y una actitud desafiante, se presenta como un “crack” con memoria fotográfica y habilidades excepcionales, habiendo leído más de mil libros y dominando varios idiomas. Sin embargo, también muestra rasgos autistas, pidiendo a Harold que evite el contacto físico. Esta llegada trastoca la vida de Harold, quien apenas se recupera de su despido y ahora debe lidiar con un niño que lo arrastra fuera de su zona de confort. La señora Cardigan visita para comprobar cómo se las arregla Harold, pero Melvin la desarma con su sarcasmo y rechazo a actividades como ir al zoológico o ver fútbol, mostrando su desdén por lo convencional. En cambio, convence a Harold de llevarlo al hipódromo, donde apuesta dinero de su madre y de Harold en carreras de caballos, confiando en su supuesta conexión mística con los animales. Sin embargo, pierde todo, incluyendo las apuestas de Harold, y lejos de rendirse, propone emborracharse con limonada en un pub de dudosa reputación. Allí, Melvin provoca a dos hombres peligrosos, Frank y Henry, con preguntas insolentes sobre su vida personal, lo que lleva a una situación tensa que casi termina en violencia. Solo la intervención de la camarera les da tiempo para escapar corriendo. Este día muestra a Harold completamente desbordado por la energía y audacia de Melvin, incapaz de imponer autoridad o protegerlo de los riesgos que él mismo provoca. La noche termina con Harold agotado, reflexionando sobre cómo ha llegado a dejarse arrastrar por un niño en aventuras tan peligrosas, mientras Melvin, imperturbable, espera el día siguiente. Este viernes refleja la lucha de Harold por adaptarse a un papel de cuidador para el que no está preparado, enfrentándose a un Melvin que, con su mezcla de genialidad y temeridad, desafía cualquier intento de control o comprensión, dejando a Harold al borde del colapso emocional.
-El sábado comienza con Melvin entrando sin avisar al apartamento de Harold, encontrándolo en un baño lleno de sangre fingida, parte de su ritual de autolesión que imita un suicidio. Melvin, imperturbable, lo toma como una afición peculiar y aprovecha para leerle un trabajo escolar sobre la democracia, una crítica mordaz y cínica que califica al ser humano como la criatura más estúpida de la Tierra, incapaz de evolucionar más allá de su mediocridad. Este acto subraya la desconexión emocional de Melvin y su incapacidad para empatizar con Harold, quien, aunque finge estar muerto, escucha esta diatriba con resignación. Más tarde, Melvin insiste en realizar una actividad “relajante” y, sin previo aviso, revela haber puesto papel secante con LSD en el chocolate caliente de ambos, adquirido de Lenny Ferguson, un vecino sospechoso. Este acto imprudente lleva a una experiencia psicodélica en una galería de arte en Mayfair, donde Harold y Melvin, bajo los efectos de la droga, enfrentan percepciones distorsionadas: Harold ve fotos que cambian de forma y Melvin queda fascinado por carteles de salida de emergencia, gritando “Bravo”. La situación se intensifica con una actuación absurda de “Horace y la oveja de baño rosa” y un bufé que parece vivo, culminando con Harold desmayándose en los baños tras escuchar una voz que cita a Shakespeare. Despierta en un hospital, donde una enfermera, Beatrice, asume que es un drogadicto por su extraño atuendo y comportamiento, mientras Melvin, que lo acompañó, interactúa con un paciente terminal, el señor Koschinski, debatiendo sobre la fe y la humanidad con una frialdad intelectual que contrasta con la fragilidad del momento. Este día pone de manifiesto la irresponsabilidad de Melvin, quien, en su búsqueda de experiencias irracionales, pone en peligro a Harold, llevándolo al borde físico y mental. La vulnerabilidad de Harold se acentúa al ser incapaz de resistirse a las decisiones de Melvin, mientras que este último revela su deseo de sentir sin analizar, un anhelo que lo humaniza brevemente pero que lo lleva a acciones peligrosas. El sábado termina con Harold en un hospital, rodeado de malentendidos y juicios, un reflejo de cómo su vida se ha descontrolado desde que Melvin entró en ella.

-El domingo, Melvin y Harold emprenden un viaje en el Saab de la madre de Melvin, sin su permiso, para buscar a posibles candidatos a padre de Melvin en Inglaterra, iniciando con Jeremiah Newsom en Lord Wotton Street. Melvin miente sobre sus identidades, presentándose como Rupert y Nicolas Livingston, y son recibidos por Carolyn Newsom, quien los invita a una jornada de padres e hijos. Allí conocen a Jeremiah Newsom, un hombre imponente y carismático, pero cuando Melvin le pregunta directamente si tuvo una relación con Denise Bentham hace once años, Jeremiah lo niega rotundamente y les pide que se vayan. Este rechazo lleva a Melvin y Harold a un hotel de mala muerte, el Molly Blooms, donde intentan negociar un descuento sin éxito y terminan en la “suite presidencial”, un espacio deteriorado. La noche se llena de una atmósfera inquietante mientras Harold, agotado, sueña con un paisaje nevado y un encuentro surrealista con Humphrey Bogart, reflejando su deseo de escapar de la realidad opresiva del viaje. Este domingo marca el inicio de una búsqueda frenética y desordenada por parte de Melvin, quien, con su determinación implacable, arrastra a Harold a situaciones incómodas y peligrosas sin considerar las consecuencias emocionales o físicas. La interacción con Jeremiah Newsom muestra la decepción de Melvin ante un posible padre que lo rechaza, mientras que Harold lucha con su incapacidad para detener esta odisea que lo aleja cada vez más de su vida rutinaria. El día refleja la obsesión de Melvin por encontrar respuestas sobre su origen, contrastando con la pasividad de Harold, quien se ve atrapado en un viaje que no comprende ni desea, sumido en sueños que revelan su anhelo de una realidad más simple y menos caótica. La tensión entre la ambición de Melvin y la resignación de Harold se intensifica, preparando el escenario para más desventuras.
-El lunes, Melvin y Harold continúan su búsqueda, llegando a Brighton para encontrar a otro Jeremiah Newsom, un boxeador conocido como Jonny Danger. Disfrutan brevemente del Palace Pier, un lugar de diversión, aunque Harold teme al mar debido a un trauma infantil con la película “El viejo y el mar”. En el muelle, se enfrentan a un vagabundo que toca el xilófono y a quien Melvin rechaza con desdén, pero que finalmente les indica cómo llegar al gimnasio John Christie. Allí, presencian un combate donde Jonny Danger es brutalmente derrotado. Luego, en los vestuarios, Melvin se presenta como presidente de un ficticio club de fans, entrevistando a Jonny, quien revela haber perdido 36 de 38 combates y ser virgen, descartándolo como posible padre. Lo acompañan a su casa en un burdel, donde Jonny comparte su sueño de ser poeta, recitando un poema mediocre sobre guisantes. Melvin, agotado, decide pasar la noche en la habitación de una trabajadora ausente, Paris, mientras Harold, abrumado por los eventos y su papel en esta búsqueda, intenta suicidarse saltando por la ventana del primer piso, pero Melvin apenas reacciona. Este lunes destaca la persistencia de Melvin en encontrar a su padre, ignorando los límites éticos y físicos de Harold, quien se ve reducido a un mero acompañante pasivo. La brutalidad del combate de Jonny Danger refleja la violencia emocional que Melvin inflige a Harold al arrastrarlo a situaciones peligrosas y humillantes. El intento de suicidio de Harold al final del día es un grito silencioso de desesperación, un intento de escapar de una vida que se ha vuelto insoportable bajo la influencia de Melvin. Este día pone en evidencia cómo la búsqueda de Melvin no solo es infructuosa, sino también destructiva para Harold, quien pierde cada vez más su sentido de identidad y control, mientras Melvin, centrado solo en su objetivo, ignora el costo humano de su obsesión.
MartesEl martes, Melvin y Harold enfrentan un atasco cerca de Leicester debido a una maratón, lo que frustra a Melvin, quien muestra desprecio por los corredores, mientras Harold recuerda su propia y desastrosa experiencia con deportes impuestos por su familia, incluyendo un combate de lucha libre traumático contra “Iván, el estibador de Manchester”. Continúan hacia Limerick para buscar a otro Jeremiah Newsom, pero se desvían a Liverpool, enfrentando obras y desvíos que prolongan su viaje. En Liverpool, investigan a Jeremiah al-Kasim, un hombre de origen árabe con actividades criminales. Espiando desde su jardín, son testigos de cómo su guardaespaldas, Ali, corta el dedo de un hombre atado a una silla como castigo por deudas. Descubiertos, son forzados a entrar, y Melvin pregunta directamente si al-Kasim tuvo una relación con Denise Bentham, a lo que este responde que es posible. Emocionado por la posibilidad de ser el padre de Melvin, al-Kasim los invita a su sauna y a una prueba de ADN, mostrando un lado más humano al compartir una historia sobre defender el honor de su hermana matando a quien la deshonró. Este día es crucial, ya que la violencia presenciada subraya el peligro de la búsqueda de Melvin, poniendo a Harold en una situación de terror constante. La interacción con al-Kasim revela un contraste entre su brutalidad y su deseo de conexión familiar, mientras que Melvin, aunque emocionado por la posibilidad de encontrar a su padre, mantiene su frialdad analítica. Harold, por otro lado, sigue siendo un espectador pasivo, incapaz de resistirse a las decisiones de Melvin, lo que refleja su profunda resignación y pérdida de control. El martes culmina con un encuentro en un restaurante libanés, esperando los resultados de la prueba de ADN, y un breve encuentro con un hombre apodado “Adolf Hitler”, mostrando la red peligrosa en la que al-Kasim opera. Este día intensifica la tensión emocional y física del viaje, acercando a Melvin a una posible respuesta, pero a un costo cada vez mayor para la estabilidad de Harold.
-El miércoles llega un primer desengaño con los resultados del ADN. Esperan a Jeremiah al-Kasim en un restaurante libanés, disfrutando de una comida opulenta mientras un mensajero entrega el sobre. Al-Kasim lee los resultados y, con tristeza, revela que no es el padre de Melvin, pero les ofrece hospedaje. Melvin declina, decidido a tomar el ferry nocturno a Irlanda para buscar al último candidato, Jeremiah Newsom en Dingle. Durante la espera de los resultados, al-Kasim los lleva a una clínica futurista donde utilizan la falacia ad baculum en contra del Dr. Wagner para acelerar las pruebas con una actitud intimidante. En el ferry, Harold, atormentado por miedos al agua y a desastres marítimos, no puede dormir, reflexionando sobre la difícil personalidad de Melvin y su propia incapacidad para ayudarlo. De hecho, el desengaño no impide que Melvin continúe la búsqueda con una tenacidad obsesiva, ignorando el agotamiento físico y mental de Harold. La interacción con al-Kasim, que combina hospitalidad con violencia, refleja la complejidad de su carácter y el mundo peligroso en el que opera, contrastando con la inocencia de Melvin, quien, a pesar de su inteligencia, no mide las consecuencias de sus acciones. Harold, por su parte, se sume aún más en su resignación, incapaz de encontrar un propósito en este viaje que lo aleja de su rutinaria pero segura vida en Londres. Como expliqué al principio, esta travesía muestra las dos dimensiones Harold y Melvin frente al destino y sus consecuencias; el devaneo nocturno simboliza un paso hacia lo desconocido, con Harold atrapado entre su deseo de escapar y su incapacidad para hacerlo, mientras Melvin sigue adelante, ciego a todo excepto a su objetivo. Este miércoles marca el clímax de la búsqueda de Melvin, con un resultado negativo que lo impulsa hacia el final del viaje, y para Harold, un punto de no retorno en su agotamiento emocional y físico.
El jueves final, Melvin y Harold llegan a Irlanda bajo una lluvia persistente que parece anticipar los hechos sospechados por el lector, explorando el paisaje de Dingle en su búsqueda del último Jeremiah Newsom, continúan. El Saab presenta problemas mecánicos, lo que los obliga a detenerse en un garaje regentado por un ex-corredor de bolsa sin experiencia, quien les dirige a una cafetería francesa cercana, “La Baguette”, donde desayunan mientras enfrentan interacciones extrañas con un cliente, Einar, y un gato agresivo, Tyree, que atormenta a Harold. Tras reparar el coche, llegan a Dingle, un pueblo pintoresco pero hostil hacia el nombre de Newsom, considerado “Satanás” por los lugareños. Con ayuda de un vendedor de lotería y una niña, encuentran la casa de un anciano, Jeremiah Newsom Senior, quien les confirma que su hijo, el posible padre de Melvin, murió hace tres meses en un accidente de coche por conducir ebrio. Las cenizas fueron esparcidas en el mar, y Melvin, al visitar la playa, enfrenta la realidad de no poder conocer a su padre, jamás, sintiendo una tristeza contenida. Harold, también afectado, recibe un regalo de cumpleaños de Melvin: caramelos y un mapa de Austria, insinuando una nueva búsqueda de una tía, lo que horroriza a Harold, quien anhela regresar a su vida rutinaria. Este jueves cierra el viaje con un desenlace agridulce: Melvin no encuentra a su padre, pero debe aceptar su ausencia, mientras Harold, agotado, se enfrenta a la posibilidad de más aventuras no deseadas. El día refleja la esterilidad del viaje y sus propósitos. Melvin, a pesar de su genialidad, no puede controlar el destino, nadie puede, y la resignación de Harold, pensemos que ya no es indiferencia o indolencia a todo o casi todo en su vida, empatiza fielmente con Melvin, y lo único a lo que aspira es a volver a su soledad. La escena final es el mar, lo inalcanzable, y el regalo de Melvin como un recordatorio de que la vida, para bien o para mal, sigue adelante.algunas respuestas simplemente se disuelven en el tiempo, fuera de nuestro alcance, y que el verdadero crecimiento puede residir en aprender a vivir con las preguntas sin respuesta. EL corolario de Einzlkind, si lo hubiera, parece ser que algunas respuestas simplemente se disuelven en el tiempo, perfectamente inalcanzables aunque jamás sea evidente, y que el verdadero crecimiento -como seres humanos limitados y mortales- reside muy probablemente en aprender a vivir con las preguntas sin respuesta.

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