La broma finita de Bowman. A diferencia de la infinita, -referida por David Foster Wallace citando a Hamlet en el cementerio, a propósito del badulaque Yorick-, la broma del Orange Boy o de Sylvia Cushman en “Let the dog drive” termina cuando se agote la risa o el entusiasmo del lector por seguir su multiplicidad de referencias de cultura popular. Pero ¿qué se considera cultura popular hoy en 2025?, ¿la tendencia en tik tok traída y llevada por los influencers? Es decir, ¿se le puede explicar -y que conste que tengo más de dos décadas de hacerlo, soy docente- a jóvenes universitarios el “Tokyo Rose” que utilizan los gobiernos populistas para narcotizar y dogmatizar a su clientela votante bajo una lógica binaria (y maniquea) de ricos contra pobres? Primero tendrían que conocer dichas tácticas de psicología social para sabotear la causa Aliada en el conflicto en trincheras desde una estación de radio durante la Segunda Guerra mundial; o por ejemplo, tendrían que conocer -aunque no se domine el tema- la manipulación ideológica que se utilizó en el s.XVIII y XIX para justificar -y luego normalizar- como si fuera un “bien deseable” y necesario el que se diezmara poblaciones y tribus de indios americanos y canadienses enteras con salvoconductos infectados de viruela y bacterias mortales a los otawwa o a los sioux, etcétera (gracias a jeffrey Amherst). Los universitarios a quienes imparto nacieron en el año 2000 o posterior. Significa que aunque son herederos de la IA y redes, aunque tienen un PhD y Master en tecnología y apps., no puedo explicarles el sentido de un kamikaze, porque aunque obtienen la noción en 5 segundos con wiki o un bot, no estaban conscientes cuando ocurrió el atentado de la Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001 que burló y reseteó el paradigma de los sistemas de vigilancia, (cuando Google apenas balbuceaba y las redes no existían). Para seguir a Bowman, imposible no visitar la wiki (al menos 15 ocasiones tuve que ir directo, por ejemplo al indagar sobre “The Clothes the Corpse Wore” de Margery Allingham, contemporánea de Agatha Christie y que desconocía). Para disfrutar a Bowman, como se disfruta Thomas Pynchon o Foster Wallace, el prerrequisito es un curso de cultura popular mínimo. Sin ese interés de cultura occidental (principalmente política norteamericana y literatura policiaca con cine noir del siglo XX)podríamos simplificar que la historia se trata de un joven Orange Boy -quien es el narrador- que escapa de su realidad (debido a fijaciones o mejor, a un marcado trauma materno por el fanatismo religioso de ella), y vagando “como el obispo Pike con su botella de Coca-Cola” en una carretera, la interestatal 10 ¿o era la 8? sin buscar el autoestopismo pero tampoco cerrándose a su cumplimiento azaroso, une su destino y se obsesiona con una mujer mayor que él, Sylvia,(amante del mescal, de la literatura norteamericana decimonónica y de Emily Dickinson) quien arrojaba naranjas en pleno camino pero conduce su Beetle rumbo a a su casa y con quien tiene un romance y una fuerte influencia y atracción. Y si se están preguntando ¿Dickinson? ¿por qué Dickinson? la respuesta está en la pág 121 “sus poemas eran concisos y masculinos “her poems were pared-down and masculine, the predecessors of terse Black Mask stories where men were gutshot—”. Orange Boy viaja por inter-estados hasta Texas y el hogar de su musa y es “adoptado” por la disfuncional familia de Sylvia.

Hace amistad en especial con Ben, el hijo de Sylvia que tiene una novia iraní Najaf y con quien viajan a NYC mientras son perseguidos por un detective privado enviado presumiblemente por el perturbado marido de Sylvia, Joshua Cushman. ¿Por qué perturbado? quizá porque con muchos socios vestidos con batas blancas permite que auto se estrellen contra muros y árboles llevando perros (4 dálmatas que parecían conducir a toda velocidad según Orange Boy, o acaso hay que dejar que los perros conduzcan) hasta que se descuartizan en plena noche. “¿Habían enseñado a conducir a los dálmatas? ¡Perros conduciendo coches! Perros fumando puros! Pero no era una pata de dálmata la que pisaba el pedal. Como el cielo está gris, no hay sombras en la pista. No tengo percepción de la profundidad. Visualmente hablando, el coche de perros que estoy persiguiendo podría ser una imagen en una pantalla de autocine al atardecer..” (pág. 91). Gracias a su encuentro con Sylvia arrojando naranjas con nombres de tirabuzones y demás, Orange Boy es llevado al hogar. El marido de Sylvia, a quien ella cuidaba hasta volverse insoportable porque también debía cuidar la salud de su hijo Lester, lleva durante una noche a Orange Boy al episodio que ya mencioné en que la mitad del perro aun lame y agradece a Orange Boy el poco tiempo que lo conoció desde la estación de gasolina. Se reúne con Sylvia acompañado de Ben, quien lee y estudia los atentados presidenciales, en concreto el asesinato de 2 disparos contra Garfield en el tren. Aquí hay alusiones al jazz bebop por ejemplo a la pieza “Round midnight” de Thelonius Monk en la caseta telefónica mientras espía a Ben, no sabemos los lectores si el round midnight con la introducción parafraseada de Dizzy Gillespie. Y abre hipérbaton respecto al padre de la novia, o sea el papá de Najaf quien tiene un cargo de la SAVAK o sea, el servicio de inteligencia y policía secreta del régimen del Shah de Irán (Mohammad Reza Pahlavi). Como sea, Orange Boy se imagina a su perniciosa madre y la Biblia a cada instante, o en el camino, y puede desvariar pensando en el templo donde la madre rogaba por el amor del mundo refiriéndose a la iglesia de marras como Speckled Bird, y así por el estilo, de vez en cuando Sylvia reprende al Orange quien escribe su propia novela policiaca cuyo protagonista es Bud, por escribir de un detective que luchó en Vietnam sin saber nada al respecto. Antes de recibir la llamada sobre la muerte de Sylvia estrellándose en Texas, tuvo tiempo el Orange Boy en desmitificar a Emily Dickinson, lo que no le agradó nada a Sylvia, escuchar que Emily Dickinson era obesa “y eso explica su firma como Jumbo en correspondencia privada” porque Orange Boy había visto ya en el museo sus vestidos enormes y la imagen popularizada es la de una Emily estilizada de 17 años. La escena de los iraníes atacándolos en el museo o zoo acuático Acuario y disparando para que vuelen las tortugas está de verdad cargada de surrealismo y violencia.

Cuando los enemigos del padre de Najaf los encuentran en aquella granja en medio de la nada, y Orange Boy se pone en posición 7 samuráis después de que un cuervo tipo Poe se posó en la mollera de Moq y voló llevándose sus pensamientos (pág.253)Cariño, la retrospectiva es ver el mundo a través del culo» dixit The Dark Swan (1924). El narrador, incapaz de perdonar a sus padres o a Cushman, y obsesionado con la memoria de Sylvia, parece atrapado en un ciclo de autodestrucción donde ni la violencia ni las visiones simbólicas de salvación (como la de Nixon) pueden liberarlo. Esto sugiere una pregunta fundamental: ¿Es posible sanar cuando el perdón, tanto hacia los demás como hacia uno mismo, parece inalcanzable? La literatura y la ficción, representadas por la novela de su abuelo y las referencias a obras como The Big Sleep y los poemas de Emily Dickinson, ofrecen un escape temporal, pero no una solución. Quizás la lección subyacente sea que la redención no se encuentra en actos externos o en símbolos impuestos, sino en la aceptación de la propia humanidad, con todas sus fallas y heridas. El viaje del narrador, tanto físico como emocional, refleja la lucha universal por encontrar significado en medio del caos, pero su incapacidad para perdonar sugiere que la paz verdadera requiere un acto interno de rendición que él no está dispuesto a realizar.

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