Barbershops of the Floating City (2025) Angela Liu- Uncanny Magazine

Review by Fernando Figueroa

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Review by Fernando Figueroa

Tiene la palabra la joven Angela Liu. Excelente escritora norteamericana de origen chino cuyo relato “Barbershops of the Floating City” aparece publicado en la revista de ciencia ficción Unccany. Filosofía, dolor, y más filosofía. Voy con un resumen de su cuento y enseguida mis observaciones.

En un mundo dividido por jerarquías sociales extremas, una joven llamada Mina trabaja como peluquera en una barbería ubicada en un punto limítrofe entre dos realidades contrastantes: las Torres de la Ciudad abajo y la Ciudad Flotante arriba. La barbería AZ-1 se encuentra estratégicamente situada cerca de una estación de tren que conecta estos dos mundos mediante “el Ascenso”, una subida casi vertical de un kilómetro que eleva a los pasajeros desde el nivel del mar contaminado hasta las puertas rojas de la “clase divina”. EL relato está escrito en segunda persona. Mina consiguió este trabajo debido a su parentesco con el fundador de la Ciudad Flotante, siendo hija de la cuarta amante de este hombre poderoso. Su madre, ahora ciega y atormentada por un peculiar tipo de hambre, fue quien le abrió este camino. A pesar de que el trabajo no le agrada especialmente, Mina encuentra cierta fascinación en la variedad de tijeras disponibles en la barbería: “Cuchillas cortas, cuchillas gruesas, tijeras para cortar ondas, tijeras dentadas para perilla, tijeras de dientes anchos para entresacar, azules, rosas, verde neón. Brillan en las paredes como las garras de criaturas prehistóricas”.

En los primeros meses, su trabajo consiste simplemente en barrer el suelo, una labor monótona pero sencilla. Mina humaniza su escoba llamándola “Lappy”, en honor a un perro callejero que su madre nunca le permitió tener. Es una escoba maltrecha, con “las cerdas enredadas y la cabeza astillada”, pero Mina le profesa un cariño que se manifiesta en las pequeñas espinas de madera que se clavan en sus dedos. Con el paso del tiempo, Mina empieza a practicar el corte de pelo en un maniquí. Su supervisora le permite utilizar unas tijeras azules especiales con mango de lapislázuli, que le hacen sentirse como “un cosmetólogo del antiguo Egipto”. Mientras recorta el flequillo del maniquí, reproduce inconscientemente patrones que reflejan la segregación social en la que vive: crea puntas irregulares que recuerdan a las puertas electrificadas que mantienen alejados a los habitantes de las Torres de la Ciudad del andén del tren, simbolizando ese “se puede mirar, pero no tocar” que ha escuchado toda su vida. Cuando está sola, Mina fantasea con pertenecer a la élite. Se quita su propia peluca y se coloca una red para ocultar su pelo “negro y desgreñado”, imaginando cómo sería vivir entre los privilegiados de la Ciudad Flotante, usar sus túnicas de seda y habitar casas con vistas al idílico Lago Plateado, donde enormes peces koi dorados “tan grandes como perros” nadan en aguas cristalinas. En estas ensoñaciones, Mina se identifica con esos peces: “admirados pero intocables”.

El verdadero descubrimiento llega cuando corta el pelo a una clienta por primera vez. Le advierten: “Hazlo despacio, que si no, duele”. Este consejo choca con la mentalidad de supervivencia que ha desarrollado en las Torres de la Ciudad, donde todo debe hacerse rápidamente para no quedarse atrás, para no pasar hambre, para no tener que “venderse en los mercados de carne para poder pagar el alquiler”. Cuando Mina corta bruscamente “un cuarto de los rizos” de la clienta, experimenta algo extraordinario: una avalancha de imágenes invade su mente, sacudiendo “su cerebro desprevenido como una tormenta eléctrica”. Fran, su supervisora, la regaña por su brusquedad, sin explicarle lo que acaba de ocurrir. A pesar de que nadie le explica el fenómeno, Mina ha leído sobre ello: el pelo contiene “flujos de memoria”, conductos plateados que se extienden desde el cerebro hasta el cabello y que conservan recuerdos, incluso los más antiguos y aparentemente olvidados. Estos pueden ser “traídos a la superficie con la cuchilla adecuada”. Mina descubre que posee una habilidad especial: puede ver estos flujos y manipularlos sin “perderse”, algo que pocos pueden hacer. La primera persona que arrancó accidentalmente uno de estos flujos “quedó en coma durante días”. En su segundo intento de cortar cabello, Mina mantiene la mano firme mientras visualiza cementerios a las afueras de la ciudad, una imagen que curiosamente la tranquiliza. Al cortar, presencia los recuerdos de su clienta: una niña buscando insectos en un jardín, una adolescente en bicicleta perseguida por un chico, el primer amor. Pero más allá de las imágenes, lo más impactante es que estos recuerdos tienen sabor, “como filetes mantecosos o bayas espolvoreadas con azúcar”. Este sabor despierta en Mina un hambre peculiar, un deseo voraz de experimentar más. Con el tiempo, Mina desarrolla su habilidad y consigue clientes habituales. Fran empieza a tratarla con afecto maternal, invitándola a comer sopa dulce de judías rojas, permitiéndole contar las tijeras al final del día y compartiendo historias sobre sus favoritas. Por primera vez, Mina siente que pertenece a algún lugar, que es valorada. Sin embargo, la estabilidad se tambalea cuando su madre “vuelve a tener hambre”. La mujer pasa noches enteras llorando, culpando a Mina de su situación y mostrando una expresión tan perturbadora que la joven teme por su vida. Cuando Mina le cuenta esto a Fran, la supervisora le entrega una bolsa con pelo, revelándole una verdad dolorosa: su madre solía cortar el pelo en la Ciudad Flotante, incluso llegó a cortar el pelo del Fundador, pero perdió la vista y con ella su capacidad para ver los flujos de memoria. Sin embargo, no perdió “el hambre”, ese deseo insaciable por consumir los recuerdos contenidos en el cabello. Se sugiere que existe un mercado oscuro donde personas como Mina son utilizadas por su capacidad para manipular estos flujos de memoria. En la Ciudad Flotante, “la tierra donde los deseos se convierten en posibilidades”, Mina es forzada a participar en un “injerto forzado de recuerdos”, donde desconocidos le “desmembran” mentalmente, “cosiendo sus recuerdos a los suyos”. Este proceso es descrito como extremadamente doloroso, dejándola sintiéndose como “una muñeca de papel de retazos, con tus propios recuerdos cortados en pedazos, algunos perdidos para siempre”. EL desenlace es una escena conmovedora entre Mina y su madre. Esta última revela que abandonó la Ciudad Flotante precisamente para que su hija pudiera ser libre, para que no tuviera que experimentar lo que ella vivió. Pero Mina cuestiona: “¿qué es la libertad para una niña cuya madre está atada para siempre?”. En un último intento desesperado por conectar con su madre, busca en su cabello gris esos hilos plateados que contienen los recuerdos compartidos: noches de verano contemplando luciérnagas, mañanas de invierno contando monedas para comprar comida. Mina quiere recordarle que, incluso en los momentos más oscuros, cuando el hambre devoraba a su madre, ella siempre estuvo ahí, tendiéndole la mano. “Quédate conmigo, mamá, por favor”, suplica Mina en sus últimas fuerzas.

*Reflexiones personales

Este relato expone varias capas de significado filosófico y psicológico. Más allá del tráfico de jóvenes a las que literalmente se las despoja de su valiosa edad temprana con negocios clandestino de explotación mediante tratantes de blancas, ahora es común gracias a las redes sociales y los dispositivos de las Nuevas Tecnologías de Información el robo de identidad. Se plagian gustos, se roban poses y estilos de vivencias y hasta perfiles de competencias diversas. La memoria como mercancía en este relato de Liu es objeto del mismo tipo de lucro clandestino. Aunque el texto presenta una sociedad distópica donde los recuerdos son literalmente consumibles, pueden extraerse, venderse y comprarse, su correlato es obvio en una sociedad de la era del capitalismo de vigilancia como lo enunció Shoshana Zuboff. Si la naturaleza de la identidad es virtual y pirateable, se puede cortar y pegar o borrar, si la identidad que es inherente a los recuerdos personales son hackeables, es obvio repito que uno de los primeros pasos comienza aunque en este relato ya hace mucho que debió quedar atrás, el caótico flujo virtual con el que los usuarios consentimos y otorgamos nuestros datos personales y nuestras anécdotas de vida. Si nuestros recuerdos pueden ser transferidos, ¿qué es aquello que define realmente quiénes somos? La división entre la Ciudad Flotante y las Torres de la Ciudad representa la desigualdad llevada al extremo, donde los privilegiados viven literalmente por encima de los desposeídos, con mecanismos (el “Ascenso”) que controlan estrictamente el tránsito entre ambos mundos. Podemos pensar por ejemplo en casos reales como Taiwán en la era de los 80, tras quedar atrás la Ley Marcial y convertirse en el gigante asiático, el Tigre y en pocas palabras el milagro taiwanés. Pero la historia trae ese despegue y bonanza económica aunque tampoco puede borrar la profunda desigualdad y desempleo de planta rural especialmente que ocasionó aquel paraíso macro económico que, sin embargo, dejó fuera a aquellos como Mina en este relato, que no contaban con las competencias para ascender. En este sentido, el “hambre” que experimenta la madre de Mina va más allá de lo físico; es una adicción, un vacío existencial que busca llenarse con experiencias ajenas. Representa nuestra tendencia a buscar escapismos mediáticos o potenciados por los medios, cuando nuestra propia realidad resulta insoportable. ¿Por qué Mina hereda el trauma? Porque aunque distópico, se trata de un Nuevo Orden Mundial: Mina hereda de su madre no solo la capacidad de ver los flujos de memoria sino también esa ira “que se aferra al corazón y se niega a desaparecer”.

El relato explora cómo los traumas pueden transmitirse Inter generacionalmente. De este modo, además del condenable dilema ético y perverso de que muchos de nosotros consumimos ropa p calzado que se maquila gracias a la explotación de jóvenes como Mina (aunque la metáfora aquí solo sea peluquera) al consumo de experiencias ajenas: La explotación de personas como Mina para satisfacer los deseos de quienes pueden pagar por ello refleja una crítica al capitalismo extremo, donde todo, incluso la intimidad de los recuerdos, puede comercializarse, y cuanto menos tangible sea más pernicioso es sin parecerlo. Se trafica con datos y lo peor, con identidades. No puede ser menos desconsolador que aunque el futuro se empeñe en llegar, con el pretexto del corte de pelo y los flujos de memoria, habría que reflexionar cómo construimos nuestra identidad en un mundo donde las experiencias íntimas pueden ser robadas, vendidas y manipuladas, y cómo las relaciones familiares pueden tanto aprisionarnos como liberarnos. Imposible no pensar en el británico China Miéville al leer a Liu porque ambos combinan elementos de ciencia ficción y fantasía en mundos distópicos llenos de desigualdad y personajes marcados por sus entornos. Su enfoque en la alienación y las estructuras de poder refleja las barreras sociales que Mina enfrenta y el impacto de su entorno en su identidad.

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