Falsa Liebre- Fernanda Melchor (2013) Literatura Mondadori

Review by Fernando Figueroa

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El puerto jarocho está vivo, no cabe duda, por estas letras. ¿Hasta qué punto un individuo como Andrik, un jovencito que aunque no se diga edad le calculo unos 14 o 15 años de edad máximo, condicionado por años de abuso, puede realmente elegir su destino? El constate deseo de escapar, incluso en los momentos más oscuros, sugiere en el personaje de la primera novela de Fernanda Melchor, una chispa de libre albedrío que desafía las estructuras -políticas, sociales e incluso morales- deterministas de su vida en el Puerto de Veracruz. Andrik nos zambulle en una quasi fatalidad anunciada debido a la fragilidad de la vida en etapa de la infancia específicamente, y la importancia de la empatía y la intervención colectiva para romper los ciclos de abuso o discriminación. Aquí no hay una Bildungsroman. Esta no es una novela de formación, sino de mal formación de un ser humano que pudo tener mejores oportunidades. A Andrik finalmente solo Pelón, ese vato, como su primo Zahir, lo ayudó a ruletear la banqueta y defenderse de los maltratos de su tía.Hace tiempo hice la reseña de mi lectura y hurgando en mis archivos decido esta vez compartirla. La estructuré cronológicamente en 8 puntos centrales:

  1. Infancia y vida con la tía Idalia
    Andrik, un chico joven y vulnerable, vivió una infancia marcada por el abandono y el abuso en la casa de su tía Idalia. Huérfano y sin un lugar seguro al que llamar hogar, fue enviado a vivir con esta mujer cruel que lo encerraba bajo candado, impidiéndole asistir a la escuela o salir a las calles. La tía lo consideraba un ser maligno que debía “expiar su maldad”, probablemente debido a un incidente del pasado relacionado con una feria y un incendio en Carrizales, información que su madre pudo haberle revelado antes de partir hacia el norte en busca de trabajo. En este entorno opresivo, Andrik pasaba sus días observando el mundo exterior a través de los barrotes, envidiando la libertad de los pájaros y deseando escapar. La tía no solo lo privaba de libertad, sino que también lo golpeaba brutalmente con un cinto de cuero, ataques que realizaba a menudo sin motivo alguno, solo para desquitarse. Estos episodios de violencia dejaban marcas físicas y emocionales en el chico, quien vivía atemorizado y sin esperanza de un futuro mejor. La única luz en esta oscuridad era Zahir, otro sobrino de la tía, quien a pesar de su apariencia ruda y su actitud de adulto, mostraba un lado protector hacia Andrik. Zahir lo defendía de los abusos de la anciana, exigiendo que lo dejara salir y tratándolo como a un hermano. Incluso en una ocasión, desafió a la tía y sacó a Andrik por las azoteas de la vecindad para que conociera el barrio, presentándolo con orgullo ante sus amigos. Sin embargo, la bondad de Zahir no era suficiente para contrarrestar el terror constante al que Andrik estaba sometido. La tía también agredía a Zahir, quien soportaba las palizas con estoicismo, aunque en la soledad de la noche dejaba escapar su dolor en silenciosos espasmos de rabia. Este entorno tóxico moldeó a Andrik como un chico temeroso, pero también ingenioso, que aprendió a sobrevivir en medio de la adversidad. Su deseo de escapar se fue intensificando con el tiempo, alimentado por las breves experiencias de libertad que Zahir le brindaba y por su propia imaginación, que lo llevaba a soñar con un mundo más allá de los muros de esa casa. Finalmente, después de meses de encierro y sufrimiento, Andrik logró huir de la tía Idalia, aunque no con Zahir como había planeado. Este escape marcó el inicio de una nueva etapa de su vida, pero también lo sumió en una incertidumbre aún mayor, ya que no tenía a dónde ir ni a quién recurrir. En las calles, conoció a Pelón, un chico que le enseñó las reglas básicas para sobrevivir, incluyendo cómo acercarse a extraños en busca de dinero o favores. Este periodo de su vida, aunque breve, le mostró las duras realidades de la vida en la calle, donde la explotación y el peligro eran constantes. La historia de Andrik con la tía Idalia refleja no solo el trauma de la infancia, sino también la resiliencia de un niño que, a pesar de todo, buscaba desesperadamente una salida .

2. Escape definitivo y vida en las calles
Tras el éxito relativo de su primer paseo fuera de la casa del hombre, Andrik decide dar un paso más definitivo hacia su libertad. Escapa nuevamente por la ventana del segundo piso, esta vez con más confianza, pero sin un plan claro sobre a dónde ir. Termina vagando por las calles de la ciudad, un lugar que apenas conoce, enfrentándose a la dura realidad de la vida sin un techo ni recursos. Durante este tiempo, se encuentra con Pelón, un chico de la calle que le había dado consejos sobre cómo sobrevivir cuando escapó de la tía Idalia. Pelón le enseña las reglas no escritas de la calle: cómo acercarse a los autos que se detienen, cómo identificar a posibles clientes y cómo protegerse de situaciones peligrosas. Le explica que los hombres mayores suelen ser los mejores “clientes”, ya que a veces ni siquiera exigen favores físicos, y le advierte sobre los riesgos de interactuar con grupos o personas jóvenes con autos lujosos. Andrik, aunque joven y asustado, absorbe estas lecciones como una forma de sobrevivir, aunque esto lo expone a una nueva forma de explotación. Su vida en las calles está marcada por el hambre, el miedo y la constante amenaza de ser capturado por la policía o reconocido por alguien de su pasado, como los vecinos de la tía Idalia. En un momento de desamparo, mientras espera bajo la lluvia en una rotonda, empapado y exhausto, intenta seguir los consejos de Pelón para conseguir dinero o un lugar donde pasar la noche. Sin embargo, ningún auto se detiene, y su cansancio lo lleva a dormitar en los escalones de un monumento, resignado a su situación. Es en este punto de máxima vulnerabilidad cuando el hombre reaparece en su vida, deteniéndose junto a él en su auto amarillo con las luces apagadas. Aunque una voz interna le grita que huya, Andrik está demasiado cansado y desmoralizado para resistirse, y sube al vehículo, regresando al control del hombre. Este episodio refleja la precariedad de la vida en la calle para un chico como Andrik, quien, a pesar de haber escapado de dos situaciones de abuso, no encuentra un lugar seguro donde refugiarse. La falta de redes de apoyo, la ausencia de Zahir (quien le había prometido escapar juntos pero no apareció) y la constante exposición al peligro lo llevan a un estado de resignación que lo hace vulnerable a caer nuevamente en manos de su abusador. Su breve periodo de libertad en las calles no solo pone de manifiesto las duras condiciones a las que se enfrentan los niños y jóvenes sin hogar, sino también la falta de alternativas reales para escapar de ciclos de violencia y explotación. Andrik, a pesar de su valentía al huir, no tiene las herramientas ni el apoyo necesario para construir una vida independiente, lo que lo lleva a un punto de retorno trágico. Este capítulo de su historia también subraya el impacto psicológico del trauma, que lo hace oscilar entre el deseo de libertad y la aceptación de una vida de abuso como algo inevitable .

3. Regreso al control del hombre bajo la tormenta
El reencuentro con el hombre ocurre en un contexto de extrema vulnerabilidad para Andrik. Tras haber escapado y enfrentado las duras realidades de la vida en la calle, es recogido por el hombre en medio de una tormenta, empapado y exhausto en una rotonda. Aunque una voz interna le advierte que debe huir, el cansancio y la desesperación lo llevan a subir al auto amarillo, regresando al control de su abusador. Durante el trayecto en el vehículo, bajo una lluvia torrencial que baña la ciudad, Andrik experimenta una mezcla de miedo y resignación. Observa con detalle el entorno: las gotas relucientes en el cristal de la ventana, los charcos en la avenida, el velocímetro que marca velocidades peligrosas mientras el hombre conduce con furia. La tensión en el auto es palpable; el hombre lo reprende por ensuciar el vidrio y por su apariencia, arrancándole la gorra de un golpe y tratándolo con desprecio. Andrik, consciente de la ira del hombre, evita cruzarse de brazos para tener las manos libres por si necesita defenderse. A medida que el trayecto avanza, pequeños detalles revelan el estado de ánimo y las intenciones del hombre: lleva la misma camisa sucia de la mañana, no usa su reloj ni sus lentes, señales de que ha estado buscándolo toda la noche, lo que genera en Andrik una mezcla de temor y una extraña esperanza de que el hombre realmente lo quiere. Sin embargo, esta idea es rápidamente socavada por la creciente agresividad del conductor, quien acelera por las calles vacías, ignorando los semáforos parpadeantes y mostrando un comportamiento cada vez más errático. Andrik, atrapado en el auto bajo el aire acondicionado que lo congela, siente el peso de su ropa empapada y el frío que cala hasta sus huesos, mientras lucha internamente con sus pensamientos y una voz que le advierte que algo terrible está por suceder. Este regreso al control del hombre no es solo físico, sino también psicológico, ya que Andrik se encuentra nuevamente en una dinámica de poder donde su vida y su seguridad dependen completamente de las decisiones de su abusador. El trayecto bajo la tormenta se convierte en una metáfora de su situación: un camino oscuro y peligroso del que no puede escapar, donde cada momento de calma es solo el preludio de una nueva amenaza. Este episodio marca un punto crítico en la historia de Andrik, ya que, aunque había logrado escapar previamente, su falta de recursos y apoyo lo devuelve al mismo ciclo de abuso del que había intentado liberarse. La interacción con el hombre durante este trayecto también pone de relieve la manipulación emocional a la que está sometido, oscilando entre el miedo a la violencia y la esperanza de que el hombre sienta algún tipo de afecto por él, una contradicción que refleja el profundo daño psicológico que ha sufrido .

4. Revelación sobre Zahir y creciente tensión en el auto
A medida que el auto avanza por las calles desiertas de la ciudad, la tensión entre Andrik y el hombre se intensifica. El hombre, con voz ronca y un tono cargado de resentimiento, le revela a Andrik que alguien lo fue a buscar a su casa: su hermano. Aunque Andrik inicialmente finge no saber de quién habla, en su interior reconoce de inmediato que se trata de Zahir, el único familiar que lo protegió y trató con cariño durante su tiempo con la tía Idalia. El hombre describe con desprecio el encuentro con Zahir, a quien insulta por su apariencia y su voz, relatando cómo este lo enfrentó exigiendo saber dónde estaba su hermano y afirmando que Andrik no estaba solo, que tenía quien lo defendiera. El hombre reaccionó con violencia verbal, amenazando con llamar a la policía y encerrándose en la casa para evitar que Zahir lo confrontara más. Sin embargo, antes de irse, Zahir dejó una fotografía de Andrik de hace unos años, un gesto que conmueve al chico aunque intenta ocultarlo, mordiéndose los labios para no sonreír. Esta revelación sobre Zahir representa un destello de esperanza para Andrik, quien, a pesar de su situación, siente una conexión emocional con su hermano y la posibilidad de que alguien lo esté buscando activamente para salvarlo. Sin embargo, esta esperanza se ve rápidamente ensombrecida por la creciente ira del hombre, quien acelera por un puente y luego por una carretera desolada, ignorando el camino hacia casa y adentrándose en un terreno cada vez más aislado. La descripción del entorno refleja el creciente peligro: no hay casas ni comercios, solo una barda eterna y árboles deformados por el viento, mientras el alumbrado mortecino apenas ilumina el camino. Andrik, atrapado en el auto, siente que su corazón late con fuerza y apenas puede respirar, mientras una voz interna le advierte que el hombre podría estar llevándolo a la comandancia o incluso devolverlo con la tía Idalia. A pesar de esto, intenta convencerse de que el hombre solo quiere asustarlo, que eventualmente dará la vuelta y lo llevará a casa para seguir con la rutina de siempre: una paliza, sangre, lágrimas y luego calma. Sin embargo, la realidad es mucho más oscura; el hombre no muestra signos de detenerse ni de regresar, y su comportamiento se vuelve cada vez más impredecible. Este momento de la historia subraya la soledad de Andrik, quien, a pesar de saber que Zahir lo busca, no tiene forma de contactarlo o escapar de su situación actual. La interacción con el hombre también pone de manifiesto la profundidad de su control psicológico sobre Andrik, quien se aferra a la idea de que el abuso es solo temporal, una racionalización que lo mantiene atrapado en el ciclo de violencia. La revelación sobre Zahir, aunque esperanzadora, también aumenta la tragedia de la narrativa, ya que Andrik está cada vez más cerca de un desenlace peligroso mientras su única conexión con un futuro mejor permanece fuera de su alcance .

5. Descenso hacia un lugar aislado y creciente temor
La situación de Andrik se torna cada vez más alarmante cuando el hombre, en lugar de regresar a casa, conduce el auto por una carretera desolada y luego se interna en una brecha pedregosa rodeada por un bosque de casuarinas deformes. Este cambio de rumbo confirma las peores sospechas de Andrik: no van hacia casa ni hacia un lugar conocido, sino hacia un sitio aislado y peligroso conocido como Playa Norte, según los letreros pintados con trazos escarlata que prohíben nadar y advierten de pozas peligrosas. El entorno se vuelve hostil y ominoso; la playa es estrecha y accidentada, con dunas y matorrales que el hombre atraviesa sin importar el daño al vehículo, mientras las olas rugen a pocos metros de la ventanilla. El cielo, aunque ya no llueve, sigue siendo oscuro con un tinte plomizo, y los cúmulos de tormenta se alejan hacia las montañas, dejando un ambiente cargado de tensión. Dentro del auto, el aire acondicionado sigue encendido, agravando el frío que Andrik siente en su ropa aún húmeda, pero no se atreve a pedirle al hombre que lo apague, consciente de su creciente agresividad. El hombre, por su parte, parece haber perdido el control; sus manos buscan algo en el compartimento entre los asientos mientras murmura palabras de resentimiento, dejando claro que se siente traicionado por las mentiras de Andrik. Este, atrapado y sin opciones, intenta calmarse cerrando los ojos, aunque las náuseas y el miedo lo abruman. Una voz interna le advierte que esta vez será diferente, que el hombre no solo quiere asustarlo, sino hacerle daño de verdad, tal vez incluso matarlo. La sensación de aislamiento es abrumadora; no hay luces, ni señalamientos, ni signos de vida más allá de los letreros burdos y la calavera pintada de rojo que parece burlarse de su destino. Este descenso hacia Playa Norte representa un punto de no retorno en la historia de Andrik, un momento en el que la amenaza de violencia pasa de ser una posibilidad a una certeza casi palpable. El entorno, descrito con un detalle casi asfixiante, refleja el estado emocional del chico: la arena negra y pesada, el mar bullente de espuma amarillenta y el bosque deforme son manifestaciones de su creciente desesperación y del peligro inminente que lo rodea. El hecho de que el hombre haya elegido un lugar tan remoto sugiere una intención deliberada de aislar a Andrik, eliminando cualquier posibilidad de ayuda o escape. Este episodio también pone de relieve la profunda soledad del chico, quien, a pesar de haber intentado escapar múltiples veces, sigue atrapado en un ciclo de abuso del que no puede salir. La combinación de miedo físico y psicológico lo paraliza, mientras su mente lucha entre la resignación y el instinto de supervivencia que lo ha llevado a sobrevivir hasta este momento. Este tramo de la narrativa es crucial, ya que establece el escenario para el clímax de la historia, donde las intenciones del hombre se revelan en toda su brutalidad .

6. Enfrentamiento violento en la playa
El clímax de la tensión entre Andrik y el hombre ocurre en Playa Norte, un lugar aislado donde el auto finalmente se detiene tras un trayecto lleno de amenazas y temor. Cuando el hombre apaga el motor y los faros, la oscuridad dentro del vehículo se vuelve espesa, y solo las partes más pálidas del cuerpo del hombre son visibles, aumentando la sensación de peligro. El hombre, ahora más calmado pero igualmente intimidante, murmura palabras de resentimiento, acusando a Andrik de haberlo engañado todo este tiempo. Antes de que el chico pueda responder, el hombre lo ataca con violencia, golpeándolo en la cara con un objeto duro que resulta ser una pistola. Los golpes son brutales, dejando a Andrik con la nariz y los labios ensangrentados, incapaz de ver claramente a causa de las lágrimas que le queman los ojos. En un intento desesperado por escapar, Andrik encuentra la manija de la puerta y la abre, ayudado por la fuerza del viento, para arrojarse fuera del auto. Sin embargo, sus piernas flaquean y apenas logra gatear antes de que el hombre lo alcance, tironeándolo del cuello y aprisionándolo en un candado. En este momento, Andrik ve la pistola con claridad, notando su apariencia casi ridícula pero mortal en las manos del hombre, quien lo arrastra hacia un manglar cercano con la intención evidente de hacerle daño. El entorno, aunque oscuro, se vuelve más visible bajo la tenue luz de una luna menguante: ramas retorcidas, árboles enanos, flores púrpuras y, al fondo, las ruinas de una cabaña destruida por las olas, un lugar que Andrik teme que se convierta en su tumba. El hombre, fuera de sí, amenaza con matarlo y hacerlo “mierda”, mientras Andrik, con la boca hecha un colgajo palpitante, apenas logra balbucear una disculpa. Este enfrentamiento violento es el punto culminante del abuso que Andrik ha soportado, un momento en el que la amenaza de muerte se hace real y tangible. La playa aislada, el manglar y las ruinas de la cabaña crean un escenario de terror que refleja la desesperación y el aislamiento total del chico, quien no tiene a nadie que lo salve en este lugar remoto. La brutalidad del hombre, que utiliza tanto sus manos como un arma para someter a Andrik, pone de manifiesto la profundidad de su control y su deseo de castigar al chico por haber intentado escapar y por las supuestas mentiras que le ha contado. Este episodio es devastador, ya que muestra a Andrik en su momento más vulnerable, herido física y emocionalmente, luchando por sobrevivir mientras su abusador lo arrastra hacia un destino incierto. La narrativa captura con crudeza la desesperación del chico, quien, a pesar de todo, sigue buscando una forma de escapar, incluso cuando parece que no hay salida posible. Este momento de violencia extrema también resalta el impacto del trauma acumulado en Andrik, quien, aunque teme por su vida, no se arrepiente de haber intentado escapar, mostrando una chispa de resistencia que aún no ha sido extinguida por el abuso .

7. Reflexión interna y resistencia de Andrik durante el ataque
Mientras el hombre lo arrastra hacia el manglar y lo amenaza de muerte, Andrik, a pesar del dolor físico y el terror, experimenta un momento de reflexión interna que revela su compleja relación con el abuso y su propia resistencia. Con la boca ensangrentada y el labio inferior destrozado, apenas logra pronunciar un “perdón”, pero en su mente deja claro que no se arrepiente de haber escapado. Esta falta de arrepentimiento, aunque no expresada en voz alta, es un acto de rebeldía interna que contrasta con su aparente sumisión. Andrik recuerda cómo, desde la primera noche en la casa del hombre, supo que no quería estar allí; despertó en una cama extraña, buscó su ropa y descubrió que estaba atrapado, con las puertas y ventanas aseguradas. Sus intentos iniciales de escape, como abrir las cortinas o registrar la casa en busca de herramientas, fueron castigados con violencia, pero no lograron apagar su deseo de libertad. Ahora, enfrentado a una amenaza de muerte, Andrik reflexiona sobre su pasado y su relación con el hombre, quien, aunque lo golpea menos que la tía Idalia, ejerce un control igualmente opresivo disfrazado de cuidado con ropa fina y comida. Este momento de introspección, aunque breve debido a la urgencia de la situación, muestra la fortaleza psicológica de Andrik, quien, a pesar de los años de abuso, no ha perdido completamente su sentido de identidad ni su voluntad de sobrevivir. El hombre, al escuchar su disculpa, le exige que explique por qué pide perdón, a lo que Andrik no responde con sinceridad, consciente de que cualquier cosa que diga podría empeorar su situación. En cambio, su mente se aferra a la idea de que escapar era lo correcto, un pensamiento que lo sostiene incluso en este momento de peligro extremo. La narrativa también muestra cómo Andrik ha aprendido a navegar las dinámicas de poder con sus abusadores, ofreciendo sumisión externa mientras mantiene una resistencia interna que lo impulsa a seguir luchando por su libertad. Este episodio es crucial para entender el impacto del trauma en la psique de Andrik; aunque ha sido condicionado para aceptar el abuso como parte de su vida, su deseo de escapar sigue vivo, alimentado por los recuerdos de las breves libertades que ha experimentado y por la esperanza de reunirse algún día con Zahir. El enfrentamiento en la playa, aunque brutal, no logra quebrar completamente su espíritu, y esta resistencia interna, aunque frágil, es un testimonio de su capacidad para soportar años de sufrimiento sin perder del todo la esperanza. Este momento también pone de relieve la tragedia de su situación: un chico joven que ha sido sistemáticamente privado de amor y seguridad, pero que aun así encuentra formas de aferrarse a su humanidad en medio de la violencia más extrema. La narrativa deja abierta la posibilidad de que esta resistencia, aunque no garantice su salvación inmediata, sea la clave para su eventual liberación .

8. Incertidumbre final y destino de Andrik
La historia de Andrik llega a un punto de incertidumbre crítica mientras el hombre lo amenaza de muerte en la playa aislada de Playa Norte. Tras los golpes brutales y las amenazas explícitas de matarlo, Andrik queda tendido en la arena, herido y aterrorizado, mientras el hombre, temblando de rabia, sostiene la pistola y exige una explicación por su disculpa. El chico, con la boca destrozada y apenas capaz de hablar, no puede ofrecer más que un balbuceo, mientras en su interior se aferra a la idea de que no se arrepiente de haber intentado escapar. Este momento final no resuelve el destino de Andrik; la narrativa se interrumpe en un clímax de tensión, dejando al lector con la incertidumbre de si el hombre cumplirá su amenaza o si Andrik encontrará una manera de sobrevivir. El entorno, con el manglar oscuro, las ruinas de una cabaña y el rugido constante de las olas, refuerza la sensación de aislamiento y desesperación, sugiriendo que cualquier posibilidad de ayuda está fuera del alcance del chico. La presencia de Zahir, aunque solo como un recuerdo y una fotografía dejada en la puerta del hombre, sigue siendo un destello de esperanza, pero no hay indicios inmediatos de que pueda salvar a Andrik en este momento crítico. La narrativa también deja abierta la interpretación sobre el estado psicológico del hombre; su temblor y su aparente pérdida de control podrían indicar un límite en su capacidad para cometer un acto irreversible, pero su furia y el uso de un arma sugieren lo contrario. Este final incierto refleja la realidad de muchas víctimas de abuso, cuyo destino a menudo depende de factores fuera de su control, como la decisión impredecible de su abusador. La historia de Andrik, hasta este punto, es un retrato devastador de los ciclos de violencia que atrapan a los más vulnerables, especialmente a los niños y jóvenes sin redes de apoyo. Su vida ha estado marcada por el abandono, primero por su madre, luego por la tía Idalia, y finalmente por un sistema que no lo protegió de caer en manos de un abusador como el hombre. Este desenlace abierto invita a reflexionar sobre la fragilidad de la vida de aquellos que viven en los márgenes de la sociedad, donde un momento de violencia puede significar el fin de toda esperanza. La incertidumbre también resalta la tragedia de Andrik, un chico que, a pesar de su resiliencia y su deseo constante de libertad, parece destinado a un final trágico debido a las circunstancias que lo rodean. Este punto final de la narrativa, aunque no ofrece una resolución, encapsula el tema central de la historia: la lucha por sobrevivir en un mundo que parece decidido a aplastar a los más débiles, y la pregunta persistente de si la resistencia interna de Andrik será suficiente para salvarlo de un destino fatal .

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